Las Fuentes

A los buenos amigos y compañeros de navegación por los mares fantasmagóricos del silencio , la luz, el aire y el agua de Candelario, a bordo del cordialísimo barco del "Hotel Cristi"
Candelario fuente del Barranco

Me basta, Candelario, tu silencio
en la rústica paz de tus callejas,
el misterio fecundo de tus prados,
el temblor de la brisa serraniega
aire de nieve en la perpetua lumbre
del sol que abrasa las altivas piedras,
deshelados fantasmas sin historia,
que al rumor de tus noches se despiertan
con dulces ritmos de canción antigua
en grave sortilegio de leyendas.

Y me basta la sombra de un castaño,
ese leve trajín de tus abejas
y el monocorde palpitar del agua
que baja despeñada de la sierra.

Caricia de la roca y de los huertos,
el agua de tus fuentes persevera
como espejo de azoques temblorosos
donde lavan tus guiños las estrellas,
flores del cielo en giros hermanados
el perfil de la nube y de la piedra
en el lecho de nácar de la luna
con olor a tomillo y de reseda,
carne de frutos en sazón de novia
consumida de amor y de inocencia,
como un suspiro que se pierde y huye
en el cándido juego de la espera.

Mocitas de jubón y serenero,
alto moño con cintas y preseas,
botoncitos de plata en filigrana
y agremanes de linda faltriquera.
Candelarias en una batipuerta de Candelario

Maniquies de ayer que ahora suspiran
entre vanos de antiguas batipuertas,
arrugados los pétalos del rostro,
pero orgullosas de sentirse viejas.

Los perros vagabundos, silenciosos,
atisban el fantasma de una huella
y buscan en el fondo de sus pasos
el humano latido que les cerca;
son caricias de manos en la sombra,
entre breves pisadas que se alejan....

Imprecisos rumores de la noche,
crujidos tenebrosos de maderas,
reflejos de balcones entornados,
gruñidos de cerrojos que se cierran,
campanadas al pulso de relojes
que las horas tranquilas apacientan;
palpitar anhelante de las luces
en las altas ventanas entreabiertas,
luces de insomnio, de ambición o fiebre,
mariposas ingrávidas que tiemblan
con aliento de céfiro invisible
y en cánticos de bronce se desflecan;
vigilante el sereno en las esquinas
por sus nombres las horas enumera.

Toda la noche duerme en Candelario,
el agua limpia de sus fuentes reza
madrigales de dulce cancioncilla
al heráldico afán de la duquesa
que arrastra entre sus pétalos de nieve
de amoroso eslabón en su cadena,
timbrada con las armas de los Zúñigas,
asombro de mis sueños desde Béjar.

Oh mi noble fantasma dolorido,
de rostro macilento y con ojeras;
temblor de luna, de jazmines y agua,
sube doña Guiomar hacia la Iglesia;
blancos lebreles en la noche bordan
de sus pasos fosfóricos las huellas.

Miente la luna, los rumores mienten,
ladran los perros y las aguas suenan.

La nieve en las cumbres se hace verso;
las fuentes embrujadas de leyendas
hilvanan en la rosa de su espuma,
desde Perales a la Cruz de Piedra,
susurros de romántica salmodia;
suspira en la Romana la sorpresa
de los besos helados, fantasmales,
fundidos de la nieve y las estrellas.
Fuente de la Romana en Candelario

Los perros lazarillos nos conducen
al barrio de la Hormiga, entre consejas
del Choricero que deslumbra estrados
en alforjas de luz, magia goyesca
para beber en el Barranco y Animas
el palpitar sonoro de sus venas.

Las arpas desveladas de cipreses,
en torno al cementerio hacen hacen la vela;
la noche se columpia en el silencio,
del Arrabal la fuente, en son de queja
nos da la despedida melodiosa
de palabras que brillan como antenas
en hermandad de espíritus afines
que cantan, que sonríen y juegan.

Alegría del Parque entre la luna,
los chopos son del viento lanzaderas
de luciérnagas vivas en la noche
como una llamarada que nos quema
y huye a esconderse en la amplitud del cielo,
irradiando conjuros de promesas.

Naufragan nuestros sueños en las sombras,
viajeros de un oasis sin riberas.

Y mañana, ¿quien sabe nuestra ruta?

¿Se apagará la luz de los poetas?

Fantástico abanico de mis cuentos
encendió de un castaño la candela
y alegre repartió la llamarada,
sonrisa del amor y de impaciencia;
alma de niño, corazón gigante,
que canta siempre y, como el agua, sueña.

                                                                                         RAFAEL LAINEZ ALCALA

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