"El Pintor de Candelario"

Biografía de Don Francisco Núñez Losada (continuación 2)
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Llegan tiempos duros. Los años veinte no son muy propicios para el arte. Núñez Losada ha de aceptar de la casa Maumejean, industria dedicada a las vidrieras artísticas, un trabajo de proyectista de estas vidrieras, en tanto Concha le apoya ejerciendo su profesión de maestra. En esa época comienza también a hacer copias de grandes cuadros en el Museo del Prado.

Inmediatamente logró una maestría que asombraba al personal del Museo, comenzando por el propio director y acabando por los receptores de las obras.
En aquella época el de Candelario acometió reproducciones de Velázquez, Durero, Memling, Rubens, etc. En los años de 1925-26, la fama del pintor comienza a extenderse. En 1928 se presentó a la exposición del Circulo de Bellas Artes y la crítica le comparó a la media docena de artistas que triunfaban en el país.

Tenía 39 años y todo empezaba a sonreír a este pintor franciscano, que rechazaba las tertulias y las comidillas de grupo, viviendo para los suyos y para el arte. Tenía Núñez Losada una bella mujer, un hijo, su hogar, era apasionado jardinero, excelente lector y gran entendedor y escuchador de música; su vida estaba repleta y nada precisaba fuera de su medio familiar, como no fuera el contacto y el diálogo con los grandes temas naturales, que nunca descuidó.

Como entonces no había coches o superaban su presupuesto, para tener mas libertad, se compró una de aquellas motos que hoy nos parecen absurdas. Era una "Alycon", una máquina con transmisión externa por medio de poleas de goma, y posteriormenteuna BSA, con la que hacía maravillas y en cuyo "sidecar" viajaban la esposa y el niño, junto con las telas y el caballete. Era otra prueba de su espíritu atrevido e innovador, a la vez que deportivo. En realidad había pocas cosas que pudieran arredrar a este hombre enamorado del campo y de las gentes sencillas, con las que gustaba de charlar y a las que nunca olvidaba.

En la Exposición de Nacional de Bellas Artes de 1934, obtuvo la segunda medalla con su tela "Frías".

En el año 1929, con motivo de la Exposición Internacional de Barcelona, envió su cuadro "Mongrovejo", que fue adquirido para el Museo de Arte Moderno de Cataluña. Este honor, lo apreció en su justo valor.

Núñez Losada es un humanista ante todo; un liberal de corte pacífico y un ser respetuoso de todas las ideas, que no comprende los enervamientos ni mucho menos los derramamientos de sangre. Por ello los sucesos de la pre-guerra civil española y luego esta, le significan un choque que le devora por dentro. Su enclaustramiento voluntario aumenta, e intenta refugiarse en la pintura, pero ésta exige serenidad de espíritu y su obra se perturba un tiempo, hasta que los meses y años le hacen aceptar lo calamitoso. En tiempos que todo el mundo emigra de la capital, el no abandona su casa de Madrid, pese a los bombardeos y el cerco a que la capital es sometida.

Desde el momento en que termina la contienda, su frenesí creativo se desborda. En 1940se hace una exposición para ver quienes pueden representar a la pintura española, en la Exposición Multinacional de Nueva York y San Francisco, en la que pasan de ochenta las naciones invitadas. Núñez Losada presenta varios cuadros y se premia su "Albarracín".

"Albarracín" para el museo de The Society Hispanic of America de Nueva York, acompañado de un soberbio "Buitrago" especialmente admirado por su director.

La prensa neoyorquina habló de la solidez técnica, la belleza de motivos y la creatividad del pintor. Alabaron su rica paleta y se dijo que el arte español, pese a la guerra reciente y los enfrentamientos, seguía conservando pintores excepcionales, guardando la solidez de los clásicos de XVI y XVIII. Como paisajista a
Núñez Losada se le califica como "deslumbrante".

 En 1941 se le concede la primera medalla de la Nacional de Bellas Artes por su cuadro "Valle de Liébana". Y obtiene por oposición de cátedra de Paisaje de la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, que le colmará de alegría. En 1942 la Escuela Superior de Pintura de San Fernando, le ofrece la cátedra de restauración. De su labor en esa cátedra dan fe los magníficos alumnos que obtiene , entre ellos, su propio hijo.

Candelarias en la Fonda de Simón

El maestro de Candelario tiene 53 años, pero su inquietud artística y viajera, a la vez que su salud, están en su cenit. Cada verano vuelve a la Cordillera Cantábrica y sobre todo al Valle de Liébana, que encuentra inagotable en temas. Este amplio valle- un mundo de cultura sostenida, desde que en el  publicara el Beato su Biblia iluminada en el siglo VIII- encerrado entre el macizo oriental y los puertos de San Glorio y Piedras Luengas, con Potes como capital y Peña Remoña cerrando su cabecera, en que nace el Deva, es una hermosura grandiosa. E él se suceden mágicos efectos de nieblas y de luces; su riqueza arbórea le da misterios y poesía; los tajos de sus innumerables desfiladeros contienen sorpresas a centenares, y las costumbres de sus gentes, ancladas en el pasado, por las dificultades que para la modernización impone la geología y por el amor de sus gentes a los viejos módulos, hacen de esta tierra una vasta oferta de sugerencias, excepcionales para un pintor.

Frente a este modelo exigente, que a la vez permite una creatividad sin límites, Núñez Losada sabe extraer su tremenda personalidad.

En 1943 es invitado a la Bienal de Venecia, una tierra en que el arte es materia familiar, desde que la historia comenzó. Su envío completo se lo disputan los coleccionistas. En ese mismo año la Dirección  de Marruecos y Colonias, a la vista de sus éxitos internacionales, le pide refleje los paisajes y la vida de Guinea. Pese a las fiebres que la selva le produce, se trae una extensa colección de cuadros, que presenta en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. El éxito es clamoroso.

Lo mismo vuelve a suceder en 1948, esta vez invitado por el mismo organismo a reconocer el Africa occidental y los territorios de Ifni. La única diferencia es que no puede hacer la muestra de sus cuadros en la querida sala del Círculo de Bellas Artes, ya que la exposición se realiza en el propio palacio del Pardo, lo que impide su examen popular. Y la divulgación de tan interesantes temas.

Al año siguiente, en 1949, se lleva una de las grandes alegrías de su vida. Le visita una representación de su pueblo, Candelario, y le comunica que ha decidido hacerle hijo predilecto de la hermosa localidad. Concha, su mujer, me indicaba que pocas veces le había visto exteriorizar su alegría de la forma que entonces lo hizo. Se desplazó a Candelario, volvió a tomar contacto con los que eran niños cuando él se fue, recorrió todos los rincones de sus juegos de la niñez y la escuela en que conoció las primeras letras, y recibió con auténtico placer los recuerdos, algunos olvidados, de personas que se los rememoraron. Su amor a las gentes sencillas volvía a manifestarse. Sobre todo ahora que  los padres no existían, fallecidos en Madrid en 1935 el padre y al año siguiente la madre.

Candelarias con Concha de Celis

(Continuará)
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