Un caso de locura y muerte en la fuente de la Romana de Candelario

Casa del canton en candelario salamanca 1925
Foto extraída de este blog


Aquí os dejo un estupendo artículo de Carmen Cascón, sobre un suceso ocurrido en Candelario en el siglo XVIII. Recomiendo visitar su blog: Pinceladas de la historia Bejarana, donde en encontrareis mucha historia de Béjar y su comarca.
Gracias Carmen por compartirlo con nosotros.

Un caso de locura y muerte en la Fuente de la Romana de Candelario

Autora: Mª Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, agosto de 2014



Un día 22 de julio de 1735 ocurrió un suceso que convulsionó, imaginamos, a Candelario y Béjar[1]. Adentrémonos en la neblina opaca que, como un leve velo de sombras, separa el pasado del presente; olvidémonos de los grandes hechos históricos, de las hazañas de los grandes nombres esculpidos a fuego e imaginémonos en Candelario hace trescientos años, ejercicio fácil si atendemos a lo bien conservado que se encuentra el caserío del pueblo en la actualidad, casi como luciría entonces

casas de candelario Salamanca


Eran las diez de la noche cuando unos golpes en la puerta a modo de llamada interrumpieron la tranquila y calurosa velada del alguacil mayor don Francisco Dejado y Venero en Béjar. Un hombre, entre nervios y balbuceos, a trompicones, fue capaz de narrar que Juan Fraile, vecino de Candelario, “salio a ora de ponerse el sol con una pistola en la mano como viendo de las gentes, azia el Canpo y que llegando a una fuente se disparo con el, caio en tierra y se ha reconocido estar muerto”. Don Francisco, ante la gravedad del caso, echó mano al sombrero y al capote, montó su viejo caballo y, avisando al escribano Esteban García, pusieron rumbo a Candelario adonde arribaron a las once de la noche. Junto a la ermita del Humilladero les recibieron los testigos, entre otros el alcalde Ventura Ballejera y el cirujano Antonio Bueno. El alguacil de Béjar inquirió a los presentes sobre el lugar donde se encontraba el cadáver y todos a una se dirigieron hacia la Cuesta de la Romana “y junto ael pilar deella estaba muerto naturalmente Juan Fraile, veçino que fue de este lugar”. El escribano, a petición de don Francisco, procedió a poner por escrito la descripción de la escena: el finado “estaba boca arriba con el brazo derecho destendido e inclinado azia dicho lado derecho; y el Brazo Hizquierdo echado sobre el pecho; y un jugon blanco que tenia puesto tenia junto a la tetilla de dicho lado siniestro tenia un vraço rendondo y alrededor deel negro como de polbora”.

Se procedió a desnudar el cadáver, por si algún indicio podía desvelar más datos sobre lo ocurrido tal y como ordenó al cirujano el señor alguacil mayor. Encontraron “una erida en la tetilla del lado hizquierdo lo que penetro asta el gueco deel cuerpo y echa con bala por ser redondo el abujero y estar ael Rededor quemado compo de polbora y abiendose buelto boca abajo en las costillas ttenia con bulto como de dicha bala y abiendo atenttado dicho Bulto se reconoció ser la bala”. El motivo de la muerte parecía claro: una herida de bala en el corazón sin orificio de salida. Tras el reconocimiento del cadáver en medio de la calle, de noche y a la luz de las antorchas, don Francisco dio orden de trasladar el cadáver a su casa. El espectáculo había atraído a un sinnúmero de gentes que no perdían detalle de lo que se hacía y decía, con la seducción que supone el morbo de lo macabro. 

calles de Candelario al anochecer


Había que encontrar las armas con las que Juan Fraile se había disparado, porque al decir de los testigos parecía que portaba dos en el momento en que lo vieron pasar hacia el campo. En efecto, junto al pilar de la fuente de La Romana hallaron una pistola pero de la otra no había rastro. El alguacil preguntó a los testigos allí presentes por esta segunda arma y se apuntó a don Fernando Flórez, vecino también de Candelario. Sin dilación se dio orden para que éste se personase y entregase la pistola que había tomado del lugar del suceso, bajo multa de 4 ducados si, por ventura, se negase a ello. Por allí debía de andar el aludido, y no lejos, pues al momento hizo aparición la segunda pistola. Ambas fueron depositadas en manos del alcalde.


Don Francisco Dejado, quién sabe si picado por la curiosidad de un caso tan interesante, porque padecía insomnio o porque los calores del día se habían disipado y se estaba de maravilla al fresco, siguió con en interrogatorio y requirió la presencia del cirujano de Candelario, Antonio Bueno, quien ratificó que el disparo de bala había sido el causante de la muerte y que se había detonado el arma a pocos centímetros de la piel por ser “dicha erida redonda y esttar aelrededor de ella como de tiro de Boca de fuego” y “fue bastante para quitarle la bida”. El alguacil mayor le preguntó si había muerto de inmediato a lo que el cirujano replicó que “la erida no le daria mucho lugar a dar muchas bozes por tener por cierto le partio el corazon la bala”. Es entonces cuando un dato conocido por todos los presentes, al margen de don Francisco y del escribano acompañante, hizo que el caso derivase en otro sentido: Antonio Campo declaró que Juan Fraile “hazia demonsttraziones de loco” y que por este motivo había recurrido al médico de Béjar, quien le había recomendado para el enfermo “de echarse sanguijuelas para que le hiziesen alguna debaquazion y le sangrase y quitare el pelo para que se desaogase”. Precisamente había pensado el cirujano poner en marcha estos tratamientos el día de autos, que se dirigió al anochecer a casa de Juan Fraile y fue en ese momento cuando le vio con dos pistolas saliendo de la morada de don Fernando Flórez. “Y tiene por cierto el que esta desgrazia dimano de su demencia”. 

Torre de la iglesia de Candelario Salamanca


Una vez terminado el testimonio del cirujano, el alguacil mayor de Béjar llamó al suegro del fallecido, Juan Bayo, y le preguntó por la enfermedad de su yerno y si esta era cierta o no. Este declaró que el último episodio de locura le había durado dos días “pues una noche a cossa de las doze después de acostado se lebanto y se fue ael Conbento de nuestro Padre San Francisco de Bejar por temor de que le querian prender y que le tenian çercada la Cassa, lo que era ynçierto; y el dia siguiente se ausento con que iba a Herbas y extraviado deel Camino le aprendieron y trajeron a su cassa de donde con consentimiento y a instancias de Maria Garzia, hija deel testigo y mujer del susodicho, se pusso en Casa de don Fernando Florez, su conpadre y todo a fin a que estuviese ailli conttenido, y se dibirtiese”. Al día siguiente, continuó Juan Bayo, se consultó al médico de Béjar para que le hiciese cura y, habiendo venido la orden de lo que había que ejecutar, se puso en práctica y se pidieron unas sanguijuelas. Mientras tanto, Juan Fraile, que estaba en la calle, entró en casa de Fernando Flórez, salió con dos pistolas y se fue calle arriba. “¿No le siguió su merced?”, preguntó el alguacil mayor, a lo que Juan Fraile respondió sincero que no se atrevió porque iba armado y podía hacer una locura. 


Retiróse el suegro del fallecido y se requirió la presencia de Marcos Marín, quien conocía a Juan Fraile y le había visto, como declaró, irse a Béjar a hora intempestiva por boberías que se le ponían en la cabeza y otras veces se refugiaba en la iglesia y allí lloraba, o decía que se quería ir al convento de Hervás por caminos ocultos, porque por el Camino Real iban muchas caballerías y le espantaban y de los viajeros sentía temor. De lo que sí tiene constancia es que el día de autos, y mientras llegaban las sanguijuelas para someterle a la cura, salió “con que iba a bever” y entonces vio cómo Fraile marchaba de casa de don Fernando Florez con dos pistolas que tenía su dueño en un cuarto secreto donde no entraba Juan Fraile, porque éste las había escondido para que el loco no las encontrara. Preguntado sobre el particular, se probó que Flórez poseía permiso de la Santa Hermandad de Toledo para guardarlas en casa. Antonio Navarro narró como prueba de su locura que “en un prado que tenia al sitio de la Mangadilla vio que Juan Fraile iba saltando de prado en prado y pared en pared por notizia que el testigo tenia de estar ya lisiado deel entendimiento”. Y que la noche en que le dio por irse a Béjar comenzó a dar grandes voces ante un retrato de Su Divina Majestad que llevaba guardado pidiendo clemencia y se daba con un canto en el pecho. Por su parte, Juan García del Cerro había sido testigo de la muerte de Juan Fraile al escuchar un tiro de boca de fuego mientras estaba trabajando a la caída de la tarde en casa de Josefa Gómez, justo al lado de la fuente. Entonces “se asomo a la puerta deela y oio que Juan Fraile dijo Baleme Birgen Santísima a cuio tiempo caio en tierra”. 

fachada en el Solano de Candelario


No habiendo más declarantes, y siendo claro el caso de demencia, don Francisco Dejado abandonó el pueblo y dejó el caso en manos del corregidor de Béjar, don Bernardo de Soria, abogado de los Reales Consejos, a la espera de sentencia y no fue otra que la sepultura del fallecido y el embargo de sus bienes. 


¿Qué llevó a Juan Fraile a perder la razón? ¿Había sido quintado en la Guerra de Sucesión y arrastraba secuelas psicológicas de la guerra? ¿Había estado en la cárcel antes? ¿De dónde le venía el temor a que le dieran preso? En aquel tiempo se desconocían las enfermedades pertenecientes a este campo y se trataba de igual modo una esquizofrenia que un trastorno de la personalidad o una depresión. Para ellos eran personas peligrosas y había que encerrarles o atarles en su casa para que no cometieran tropelías. Una sangría, raparles el pelo o aplicarles sanguijuelas servían igual para un catarro, unas fiebres o una enfermedad psicológica. Suerte que de este caso dispongamos un análisis tan detallado para curiosidad de especialistas y asombro de los lectores. 


[1] El documento se encuentra en el Archivo Histórico Provincial de Salamanca entre los Protocolos Notariales 772-1 (1735) del escribano Esteban García, f. 218.

Fuente: Texto e imágenes Mª Carmen Cascón Matas


Comentarios

José Ramón ha dicho que…
Feliz Navidad y todo lo mejor para el Nuevo año 2015 Saludos

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